Muchos, demasiados, fuimos arropados en la cuna con una plegaria hasta quedar dormidos. Vimos las aves pasar desde un castillo de piedra y fuimos superando la adolescencia lejísimo, contra la pared. Siempre con la exacta luz de la manzana.
Spinetta estuvo, está y estará en demasiados momentos y lugares. En las pequeñeces de cada sucia estrella, en los ojos y el pan. Siempre hay un Flaco a mano para acompañar cuando hace falta, cuando se quiere.
Fue, es y será muy importante, más que los cheques que se caen de esos dedos de mimbre que no dan sombra. Es mito y leyenda, modelo y referencia de generaciones que no lo dejarán morir. Porque los genios que llegan al corazón no mueren nunca.
Entregó sin mezquindades música y poesía. Nunca encontró fronteras ni caminos cerrados. Siempre avanzó, soñó y creció sin detenerse. Por eso se lo va a extrañar.
Es historia. Es la historia y miles de historias. Es un pedazo de la vida que transita un verde bosque hacia la eternidad. Donde está él desde siempre. Por siempre. Gracias Flaco.